Índice
ISBN: 978-84-1142-109-6
© Sergio Aguilera Escalada
Introducción
Cuando el mundo se enfrentó a la pandemia de la enfermedad por coronavirus (COVID-2019), a principios del año 2020, provocó la aparición de nuevos planteamientos para los expertos en salud mental. La pandemia por COVID-19 ha producido una nueva morbilidad y también puede precipitar o exacerbar enfermedades psiquiátricas existentes.
El estrés provocado por la pandemia puede producir miedo y preocupación por la salud propia y la de los familiares, dificultad para concentrarse, empeoramiento de problemas crónicos o de salud, cambios en los patrones de sueño o alimentación y un aumento del consumo de alcohol, tabaco u otras drogas.
Según la Organización Mundial de la Salud, se han notificado 170 millones de casos y casi todos los países se han visto afectados por la pandemia de coronavirus.
Desde la Organización Mundial de la Salud ha habido preocupación por el miedo a la infección, el aumento del aislamiento social, y los impactos económicos de los confinamientos conducirían a un aumento de la prevalencia de la depresión y la ansiedad (Brooks et al., 2020 ) Las opciones de tratamiento para la depresión y la ansiedad incluyen enfoques farmacológicos y psicológicos que se pueden usar solos o en combinación. Los antidepresivos a menudo se recetan como primera línea para el tratamiento crónico de la depresión y la ansiedad, mientras que las benzodiazepinas se pueden usar como opciones de tratamiento a corto plazo para la ansiedad aguda (Katzman et al., 2014 Kennedy et al., 2016). Debido a que existe un cuerpo de literatura que sugiere un aumento en la prevalencia de síntomas depresivos y ansiosos durante la pandemia de COVID-19. Esta es una medida importante porque cuantificar el tratamiento farmacológico de la depresión y la ansiedad es una forma muy específica de medir el acceso al tratamiento de estos trastornos a nivel poblacional.
Estudios epidemiológicos, revisiones y metaanálisis demuestran el empeoramiento del estado de salud mental durante la pandemia de COVID-19 en comparación con períodos anteriores. De hecho, se ha informado una mayor prevalencia de trastornos relacionados con el estado de ánimo, la ansiedad, el sueño y el estrés.
El brote de COVID-19 ha llevado a personas de todo el mundo a implementar cambios drásticos en su estilo de vida, incluido el distanciamiento social. Los períodos de aislamiento social y soledad han tenido consecuencias negativas en el bienestar mental. Se encontró que las personas tenían tres veces más probabilidades de tener trastornos de ansiedad o depresión en 2020 en comparación con el año anterior, y más de uno de cada tres individuos presentó uno o ambos trastornos.
Las tasas de síntomas de ansiedad generalizada, angustia psicológica y miedo relacionado con la COVID-19 son del 44,9 %, 65,2 % y 59 %, respectivamente.
Entre los trabajadores de la salud que atienden a pacientes con COVID-19, ha habido un aumento en la prevalencia de ansiedad al 25,8 % y estrés al 45 %
El sueño y los ritmos circadianos, con un gran impacto en la fisiología, el comportamiento, las emociones y la cognición, también se ven afectados.
Los datos de la población general también indican que el insomnio, la pérdida de sueño y la mala calidad del sueño son quejas generalizadas (Cellini et al. 2020 ), con tasas similares a las asociadas con otras crisis importantes que involucran, por ejemplo, desastres naturales como terremotos, inundaciones o incendios forestales (Belleville et al. 2019) No es sorprendente que las personas con ansiedad más severa y síntomas depresivos también informen más trastornos del sueño durante la COVID-19. Por el contrario, aquellos con una red de apoyo social más sólida y un sentido de pertenencia informan menos síntomas psicológicos y una mejor calidad del sueño (Xiao et al. 2020 ).
Los ansiolíticos (N05B) se encuentran entre los grupos farmacológicos más utilizados en España donde su uso es incluso superior a la media europea.
En los EE. UU., se realizó un estudio que comparó la dispensación única de medicamentos desde enero de 2019 hasta mayo de 2020 donde el número mensual de pacientes únicos dispensados como benzodiazepinas se mantuvo relativamente estable hasta marzo de 2020. Desde marzo de 2020, el número de pacientes únicos dispensados con benzodiazepinas fue estadística y significativamente mayor que las estimaciones previstas. En marzo de 2020, se administraron benzodiazepinas a unos 450 074 pacientes adicionales, en comparación con las estimaciones previstas.
Estos fármacos activos pueden generar tolerancia y dependencia, siendo necesario prolongar el tratamiento con dosis cada vez mayores, a pesar de los riesgos del uso a largo plazo.
Por lo tanto, a menudo es difícil decidir cuándo debe suspenderse el tratamiento. Además, existe evidencia de que el uso de benzodiazepinas conlleva importantes riesgos para la salud de la población, e incluso se ha cuestionado su eficacia.
Índice
1.- INTRODUCCIÓN
2.- OBJETIVOS
– Objetivo principal
– Objetivos secundarios
3.- METODOLOGÍA
3.1- Tipo de Estudio
3.2- Ámbito de estudio
3.3- Población y muestra
3.4.- Variables del estudio
3.5.- Técnicas y procedimientos
3.6.- Análisis de datos
3.7.- Cuestiones éticas
4.- RESULTADOS
5.- DISCUSIÓN
6.- CONCLUSIONES
7.-BIBLIOGRAFÍA
ANEXO I