ISBN 978-84-18991-55-4
© Raúl Ruiz-Valdepeñas Lapeña, Pablo Villanueva Valeriano, María Castro Paraíso
Resumen
Introducción: el sueño es una de las funciones básicas del ser humano por su papel fundamental en la supervivencia del mismo. La cantidad de sueño total de un adulto debe situarse como mínimo en 7 horas, si bien buena parte de la población no llega a tal cifra, aumentando consecuentemente su riesgo de padecer determinados problemas de salud a largo plazo.
Objetivos: actualizar conocimientos acerca de los efectos negativos sobre la salud en las personas ante la falta de sueño prolongada.
Método: se ha realizado una revisión bibliográfica, seleccionando un total de 18 artículos científicos en bases de datos como PubMed y SciElo tras aplicar determinados criterios de inclusión y exclusión.
Resultados: la comunidad científica ha tratado de relacionar la falta de sueño crónica con diferentes enfermedades o problemas de salud. Dicha falta de sueño la puede padecer cualquier persona, si bien los estudios reflejan una mayor incidencia según ciertos perfiles sociodemográficos y clínicos. La investigación actual indica que estas personas con descanso reducido verán incrementado su riesgo de padecer deterioro cognitivo, así como enfermedades cerebrales, cardiovasculares, metabólicas e inmunológicas. Dadas estas repercusiones, el personal de Enfermería dispone a su alcance de diferentes terapias psicológicas y medidas no farmacológicas eficaces para tratar de mejorar la calidad del sueño de estos pacientes.
Conclusiones: el patrón del sueño alterado puede derivar en graves problemas para la salud, siendo deber y competencia de la enfermería aplicar medidas al respecto.
Palabras clave: falta de sueño, insomnio, demografía, enfermedades, demencias, Enfermería, tratamiento.
Introducción
El sueño se considera una de las funciones básicas del ser humano al mismo nivel que el hambre o la sed, debido a su papel fundamental en la recuperación, conservación de energía y supervivencia del sujeto. En el caso de los adultos, el sueño nocturno se encuentra organizado en cuatro ciclos o fases agrupados en dos estados diferentes.
El primero es el sueño no MOR o sin Movimientos Oculares Rápidos, dividido a su vez en las fases del sueño I (transición de la vigilia al sueño donde se sustituye el patrón de ondas cerebrales alfa por la onda theta y con movimientos oculares lentos), II (fase de sueño ligero, caracterizado por la aparición de complejos K y husos de sueño que dan como resultado una fase similar a la primera sin actividad ocular), y III (donde se alcanza el sueño profundo, en la que aparecerán las llamadas ondas lentas o delta y los movimientos oculares continúan ausentes).
El segundo estado es el de sueño MOR o con Movimientos Oculares Rápidos (también llamado fase IV del sueño), en donde se presentan las ensoñaciones y se caracteriza por la presencia de ondas “en diente de sierra” de actividad lenta y la presencia de movimientos oculares rápidos similares a los que presentaría una persona despierta. Esta fase o estado se presenta habitualmente entre 4 y 6 veces durante la noche.
Estas fases, en un adulto sano, se encuentran distribuidas en diferentes proporciones de tiempo de sueño total, siendo las siguientes: Fase I de un 5%, Fase II del 50%, Fase III de 20% y Fase IV de un 25%; cada una de ellas dura entre 90-120 minutos.
La cantidad de sueño que necesitará un sujeto varía de manera inversa a su edad a lo largo de su vida, requiriendo más horas siendo recién nacido o niño que durante la ancianidad. De acuerdo con la American Thoracic Society, la cantidad de sueño recomendada en un adulto mayor para asegurarse una buena salud, sin contar variabilidades individuales, se sitúa entre 7 y 9 horas diarias por periodo de 24 horas.
Índice
- INTRODUCCIÓN
- OBJETIVOS
- MÉTODO
- RESULTADOS
4.1 OBJETIVO ESPECÍFICO 1
4.2 OBJETIVO ESPECÍFICO 2
4.3 OBJETIVO ESPECÍFICO 3
4.4 OBJETIVO ESPECÍFICO 4
- CONCLUSIONES
- BIBLIOGRAFÍA
- ANEXO